La realidad más allá de la física


Escudriñar en la dinámica de la metafísica es una tarea no menor, dado el amplio rango de acción, de profundidad y de reflexión que exige esta disciplina a quienes la practican. Además, sumado a lo anterior, debemos mencionar un desconocimiento generalizado acerca de su real significado y de su implicancia para entender la realidad que nos rodea, pues se confunde, habitualmente, con otro tipo de disciplinas que se enmarcan dentro del campo de la espiritualidad y de la astrología.

La metafísica, en palabras simples, es el estudio de la realidad más allá de la física. Los primeros atisbos de ella la encontramos en autores presocráticos como Parménides, pero es Aristóteles quien, preocupado por la reflexión y el autoconocimiento, deja como legado a la humanidad 14 tomos de lo que él llamó “filosofía primera”; los cuales, 100 años después de su muerte, Andrónico de Rodas, su compilador, los denominó “Metafísica”. Aristóteles creía que la filosofía primera era la principal de las ciencias teóricas, ya que se encarga de dilucidar las causas o principios supremos de la realidad, además de buscar el entendimiento acerca de la “sustancia” o de quién es Dios.

Durante más de un milenio, desde la muerte de Aristóteles hasta los albores del siglo XVII, aproximadamente, se entendía a la metafísica como una reflexión sobre el ser. La dimensión que adquirió esta forma de pensamiento para plantearse ciertas interrogantes con tal de tratar de entender la realidad, más allá de lo tangible, a la postre, pavimentó el camino a lo que hoy conocemos como ciencia moderna. Incluso, Aristóteles, a diferencia de su maestro Platón, creía que los principios de la realidad no se pueden encontrar en el mundo inteligible, sino que más bien en el espacio y en el tiempo. Debido a lo anterior, se fue generando una especie de reclasificación de distintas disciplinas antiguas, algunas de las cuales dieron forma y estructura a la física científica y otras se fueron encasillando en el ámbito de la filosofía, entre ellas, la metafísica.

Aristóteles planteaba que las cosas que existen, los seres, tienen 4 causas fundamentales que la condicionan; a saber: la materia; la forma o sustancia, que es la esencia de cada realidad individual; la eficiencia, que es la capacidad motriz que existe para que la materia + la forma (hilemorfismo) se pueda producir; y la causa final (teleología), que es un objetivo predispuesto al que tendemos naturalmente, también denominada: la realización de la esencia. Al momento de inmiscuirse en el ser y sus significados, Aristóteles explica que las ciencias particulares toman como campo de estudio un área pequeña de la realidad; en cambio, la metafísica, realiza un estudio completo del ser y de lo que lo determina.

Sin embargo, con los aportes de pensadores modernos como Descartes, Spinoza y Leibniz, principalmente, el campo de la metafísica se amplió considerablemente, abarcando temáticas como la voluntad, el libre albedrío y la relación mente-cuerpo. Su estudio permitió a los pensadores comprender cuestiones sobre la naturaleza de la identidad, la causalidad y el espacio-tiempo. De esta manera, empezaron a surgir nuevas áreas de estudio, como, por ejemplo, la ontología, la cual se encarga únicamente del estudio del ser, en cuanto ser.

Explicado lo anterior, empezamos a encontrar como civilización, problemáticas universales para entender la realidad, especialmente las que conocemos como las leyes de la naturaleza. No son particulares, sino que universales, como la Ley de la Gravedad, por ejemplo. La interrogante surge cuando nos preguntamos si es que estas leyes son reales o más bien, una merca convención conceptual que nos permiten decodificar la realidad. Además de este tipo de debates, la metafísica trata de encontrar respuestas, como lo señalamos al principio de esta plancha, a temáticas como la causalidad, la libertad y el determinismo, la relación mente-materia, la identidad y el cambio, la naturaleza del espacio y del tiempo, y los objetos y sus propiedades. Para explicar un poco este punto, podemos remitirnos a la teoría de la autopoiesis de Humberto Maturana y Francisco Varela, dado por el ejemplo de que las células del cuerpo y de la sangre cambian frecuentemente, pero seguimos siendo las mismas personas que hace un año atrás. Entonces, ¿Qué da cuenta de la identidad de algo sobre el tiempo? Si no es la materia, ¿podría ser la forma? Esto Aristóteles lo explica como la esencia del ser.

Para algunas personas, tan sólo el empirismo o el método científico bastan para entender la realidad. Sin embargo, esta visión es sesgada, pues la mera observación o un experimento no son capaces de entregar todas las respuestas necesarias. David Hume postulaba a que nosotros interpretamos nuestra experiencia, pero que ésta, finalmente, es un contexto que imponemos cuando observamos y tratamos de explicar algo, lo cual no nos permite resolver las dudas sobre la naturaleza de la causalidad. Además, exponía muy elocuentemente que los experimentos científicos sólo demuestran la falsedad de una hipótesis. El científico realiza una predicción basada en una hipótesis y observa los resultados, a ver si concuerdan. Por lo tanto, la metafísica no puede escudriñar en cuestiones empíricas y, por ende, es a priori (estrictamente pura, sin contenidos empíricos, como manifestaba Immanuel Kant).

Por otra parte, para algunos círculos de pensamiento, la metafísica no puede realizar predicciones sobre la experiencia, por lo que es inconsistente y carece de rigurosidad. No obstante aquello, a través de la ontología, se encarga de estudiar cuestiones netamente del ser, no como otras ramas de la filosofía, que se encargan del entendimiento del deber ser, como: la ética, la estética, la filosofía política o la epistemología.

El estudio de la metafísica es complejo, pero nos abre la puerta al entendimiento de situaciones que escapan a nuestros marcos de referencia y nos permiten navegar en el mar del conocimiento y su implementación práctica en el diario vivir. Es una manera de autodescubrimiento y de cómo nosotros nos vamos vinculando con el entorno en el cual nos desenvolvemos.

La preparación de este trabajo y la información que de ella pude obtener me movilizaron a embarcarme en una de las paradojas más interesantes que el ser humano moderno está empeñado en dilucidar: la mecánica cuántica, cuyas leyes aplican a cada átomo, a cada partícula de toda la materia. Esta área de la física no responde a las leyes universales, lo cual ha intrigado por más de 100 años a los más eruditos expertos. Las partículas no actúan como lo debiesen hacer en escalas normales, respondiendo este nano mundo a sus propias leyes, las cuales pueden abrirnos caminos insospechados, como la teletransportación, la cual ya es posible a escalas microscópicas en laboratorios. Una realidad completamente distinta a la que estamos acostumbrados, lo cual nos lleva a la pregunta: El mundo cuántico, ¿es más o menos real que la realidad que conocemos? O, en definitiva, ¿Es parte de nuestra realidad?

La razón de ser de la metafísica es guiarnos en la investigación y la comprensión del mundo, por lo tanto, no se opone a la ciencia ni a la experiencia, sino más bien forma parte del corpus que componen las concepciones básicas que tiene el científico acerca del cosmos, que la experimentación no puede comprobar. Este contexto influye sobremanera en las preguntas que se le hacen a la naturaleza. Es por ello que la metafísica debe realizarse desde la vereda del análisis crítico del conocimiento humano y sus límites, sin dogmatismos, como lo expresara Immanuel Kant en su momento.

Es imprescindible una relación metafísica-lógica-conocimiento, con tal de obtener una retroalimentación que permita que la totalidad del saber tenga una coherencia y consistencia entre sí. Por ejemplo, la física clásica es a la certeza como la física cuántica es a la probabilidad. Pero, vuelvo a la pregunta anteriormente formulada: ¿qué mundo es más real para nuestro campo de conocimiento? Los físicos han entendido que deben aceptar, con mucho esfuerzo, que la física cuántica es un mundo de probabilidades, no de certezas, con tal de poder seguir con sus investigaciones y, desde esa cosmovisión han tenido que trabajar para formularse las preguntas trascendentales. Albert Einstein, hasta el final de sus días, no pudo aceptar que la naturaleza fundamental de la realidad, en su nivel más profundo, esto quiere decir partículas atómicas y subatómicas, o quarks, estén determinadas por el azar… por la probabilidad. De esta manera, la naturaleza de la realidad, para un grupo importante de físicos de los años 30´s, era intrínsicamente borrosa. Bueno, hasta el día de hoy, en “realidad”. Esto, dado porque una partícula podría estar en cualquier lugar hasta que se le mide, hasta que se le observa. Una de las posturas que más me ha hecho reflexionar en los últimos años es que existe la posibilidad de que las cosas, el entorno, exista, toda vez que nosotros lo podamos percibir. Por ejemplo, si dejamos un vaso con agua en nuestra pieza y nos levantamos para ir al baño, ese vaso ¿sigue existiendo como vaso con agua, mientras no lo estamos observando? O, ¿sólo la observación provoca que las partículas se alineen para adoptar la forma de un objeto?, como lo han demostrado varios experimentos. Para mí en lo personal, esta es la lógica, la “esencia”, que siguen las tramas de los videojuegos, que son simulaciones de una realidad virtual. Entonces, hagamos el ejercicio de proyectar el desarrollo de esta industria hacia 10 ó 20 años en el futuro. ¿Seremos capaces de darnos cuenta de que estamos jugando? O, vamos más allá y planteémonos la interrogante que muchos expertos en cibernética se hacen y que la comunidad científica no es capaz de emitir un veredicto: ¿Será posible que nuestra realidad actual sea una simulación? Una de las teorías que sostiene la explicación de ciertas variables de la mecánica cuántica es la del multiverso o universos múltiples e infinitos, que, a su vez, está cimentada en la teoría de Cuerdas; las cuales podrían entregarnos luces acerca de esta hipótesis de la simulación a la cual me refería. Quizá hoy en día no es tan descabellado pensar en que estamos viviendo una simulación y por este motivo muchos expertos en Silicon Valley están invirtiendo tiempo y dinero en tratar de averiguar cómo salir de ella.

Volviendo a las probabilidades de la mecánica cuántica, Einstein creía en la certeza total, o sea, durante todo el tiempo, se midiera o no. “A mí me gustaría pensar que la Luna está allí, incluso si es que no la estoy mirando”, afirmó en una oportunidad. Para él, pensar en que la realidad del universo descansa en si abrimos los ojos o no, era estrafalario. “Dios no juega a los dados”, fue otro de sus postulados. Sin embargo, el entrelazamiento cuántico, en donde dos partículas se encuentran inversamente relacionadas, sin importar su distancia la una de la otra (lo que aún no se entiende en absoluto) y que no tiene paralelo en la física clásica, ratifica que Dios sí juega a los dados, finalmente.

El ser, sin lugar a dudas, está determinado por su realidad. Pero, ¿Qué es la realidad? Recuerdo muy bien cuando niño haber visto una de las taquilleras películas de Arnold Schwarzenegger llamada Total Recall, basada en la novela de Robert Dick de 1960 llamada, a su vez, “Podemos recordarlo por usted al por mayor”. En resumen, la trama de esta película consistía en que las personas del futuro podían “cargar” experiencias y recuerdos a elección y, al cabo de un instante, estar condicionada conforme al software que se instaló en su cerebro. En la película, el protagonista, un obrero de la construcción, tenía el deseo de visitar Marte y pasar sus vacaciones allá, pero su esposa no quería acompañarlo en esta aventura, por lo que él decide contratar el servicio para que le implanten esos recuerdos. ¿Cuán lejos estamos de aquello hoy en día? Para científicos contemporáneos, solo a un paso. Entonces, ¿De qué forma podremos interpretar la realidad? Esto abrirá la puerta al control social en extremo, a los avatares, a la ciencia ficción (ya no de ficción) estilo Matrix... Y, por supuesto, a la eternidad del ser mediante el recambio continuo de la materia.  

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